EDITORIAL NORMA, 2002

Divina Beatrice

Entre los primeros años de la década del sesenta y hasta mediados de los ochenta, tres escritoras -Beatriz Guido, Silvina Bullrich y Marta Lynch- lograron una fama comparable a la que hoy sólo tienen algunos deportistas y personajes de la farándula. Cada una a su manera rompieron barreras y avanzaron sobre prejuicios y sectores de poder. Aunque fueron denostadas en vida y aún después de sus muertes, abrieron un camino en la literatura argentina y supieron, con distintas variantes, expresar las distintas situaciones por las que fue atravesando el país.

Pese a sus diferencias y seguramente a su pesar -ya que cada una aspiraba al protagonismo absoluto y competía con las otras- formaron un trío mediático de enorme presencia. Más allá de sus respectivas obras, tuvieron la habilidad de superar lo literario y convertirse en personajes, y así se hicieron esa fama de transgresoras que las acompañaría siempre.

Durante la década del sesenta se desarrolló la industria cultural más importante de habla hispana, y dentro de ella el libro jugó un rol importantísimo. Muchos escritores (Jorge Luis Borges, Manuel Mujica Láinez, Manuel Puig, entre otros) eran figuras habituales en los medios masivos, donde opinaban sobre los temas más diversos.

No conocí personalmente a Beatriz Guido, sólo la vi de lejos en algunas pocas ocasiones y jamás conversé con ella. Sin embargo, durante mi adolescencia tuvo una cierta importancia. En esa época leí El incendio y las vísperas, su libro más exitoso. Con su discurso de Revolución Libertadora representó a una gran porción de esa clase media a la que Arturo Jauretche -otro gran best-seller de la época- ridiculizó con el nombre de “medio pelo”. El peronismo, la Revolución Libertadora y el medio pelo son temas que, aunque parezca mentira, todavía tenemos pendientes. Nuestros padecimientos nos dan la pauta de que son muchos los hechos que aún no logramos superar.