EDICIONES B, 2009

Leopoldo Lugones, los escritores y el poder

A fines de la década del treinta, tres de nuestros más grandes escritores -Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni- se quitaron la vida con diferencia de meses por diferentes razones, y la noticia de sus muertes conmocionó el país. Fue entonces cuando el senador Alfredo Palacios declaró: “Algo anda mal en la vida de una nación cuando, en vez de cantarla, los poetas parten voluntariamente, con un gesto de amargura y de desdén, en medio de una glacial indiferencia del Estado”. Y agregó Jorge Luis Borges: “Lo esencial es la sensación de inutilidad que tienen en este país las personas que se dedican a las letras”.¿Influyeron de algún modo en estos suicidios la indiferencia del Estado o la sensación de inutilidad que planteó Borges? Seguramente tuvieron algún peso en el caso de Quiroga, que murió en la soledad y la pobreza, y en menor grado, en el de Alfonsina. Lugones, en cambio, trabajó siempre desde un lugar distinto: el del artista que desarrolla su obra y paralelamente aspira a convertirse en el ideólogo de su tiempo, ocupando siempre un lugar de cercanía al poder.

En sus comienzos como socialista, fue aclamado en mitines partidarios en la plaza Herrera de Barracas y fundó el periódico La Montaña, junto a José Ingenieros y Roberto Payró. Luego conoció a Julio Argentino Roca y se entusiasmó con el proyecto de la generación del ochenta, con el que colaboró desde distintos cargos. Finalmente terminó apelando al militarismo y convirtiéndose en el ideólogo de la revolución de 1930, que inició la serie de golpes de estado que sufrió el país hasta 1983.

Sin embargo, el gobierno de José Félix Uriburu jamás lo convocó. Y con la asunción de Agustín P. Justo (quien arrojó sus innumerables proyectos en el cesto de papeles) perdió definitivamente la esperanza de asumir el rol para el que se consideraba destinado. Tal vez haya aspirado a un lugar imposible en la Argentina, donde salvo en la época de la organización del Estado, los intelectuales jamás han tenido una verdadera incidencia en el poder real.

Más allá de sus fluctuaciones y sus ansias de grandeza, la figura de Lugones atrae por lo que representa. Repasar su historia invita también, en cierta forma, a recordar algunos aspectos de la difícil relación entre los intelectuales, el poder político y la sociedad.